No me gustaría que mi vida fuera una película, por que me perdería las sensaciones que tengo cuando veo algunas de ellas, aunque las pelis reflejen algunas realidades, vidas, costumbres y malos momentos, sentir la realidad es lo que te hace vivir, ser rico en sensaciones y pensamientos, algunos limitados, los que más infinitos. Es como conseguir que el sexo sea sexo, pero haciendo el amor siempre, sintiendo los orgasmos como contundentes sin tiempo y permanentes, hasta que el corazón intransigente, te diga basta, por ser frágil, por formar parte de un cuerpo que arde, que ama el ritmo del baile, que en un swing es capaz de acertarle a una bola imaginable, pero con real rodaje, hasta un verde suave y acierto en la base. Intento definir con mis palabras, una película de música y danza, una “beautifoul” peli, que al ritmo africano, súper humano y con movimientos de pies y manos, me lleva en algunos momentos al sutil pensamiento, que con un simple movimiento, de un músculo de mi cuerpo, puedas interpretar la música al bailar, saltar y llevar ese compás, que hace del viento, una forma de lamento, alegre, consistente y latente en mi corazón. Me inquieta y me emociona, todas las expresiones de esta danza, este baile, esta forma de ver el cine. Me emociona especialmente, las miradas contundentes, bellas y con palabras, que hacen de cierto drama, una pasión de estrellas, un amor en amistad plena, unas caricias que cuando llegan, se aman y te atrapan, nunca te dejan y vives con ellas, como si de miel en tus labios se tratara, dulces, bellos e increíbles movimientos, todo ello para conformar una película, que te regala el destino, para verla, mirarla, acariciarla y rozarla, para que cuando sus dedos te acaricien, la realidad de vivir sea, feliz y sublime.
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