martes, octubre 12, 2010

CAMINAR SOBRE LAS AGUAS




Y muy cerca del río, fresco, casi cristalino, bebible y apetecible, de corriente salvaje y piedras de pirámides, ascendentes, apiladas y afincadas dentro de ese caminar por esta agua. Milagro del pensamiento, unidos por los acontecimientos, hallados y agarrados siempre de ambas manos, ligeramente paseando, por los trozos de la vida que así les ha dejado. Y llegando sus olas, aparece ese mar, el muerto por denso, el atlántico por frío y el mediterráneo por calentito y por ser nuestro sitio, donde en la arena canela, recogemos nuestras velas, al anochecer de primaveras y atardeceres más que intensos.
Mencionados los desiertos, que rigen mi pensamiento, sin acontecer los vientos, sus rosas y ese invento, de las aguas arropadas, acogidas y paseadas con la presencia de la belleza que me encamina tu cara, en rezos suaves, en miradas intímales y en tus pasos adelante, en bancales, arenales y a veces ese barro suave. Caminamos juntos por las aguas sin estanques, con pensamiento libre, con movimientos impredecibles y sin lamentos, caretos y palabras permisibles. Paseamos nuestros pies divinos, por cansados cauces, de otros lances, otras amistades y todo lo que tiene de ser tarde.

LA SONRISA DE DIOS




Entre nuestros pensamientos, en el interior de un lamento, los cuerpos, sus pautas, el tiempo extinguido por los falsos pasos, por las pésimas costumbres y los alimentos pesados. En el exterior de nuestros cuerpos, nuestros sueños rotos, nuestras malas costumbres, las inventadas maravillas y la naturaleza casi infinita. Muy dentro de nosotros, en busca de las verdades de esa sonrisa que un niño te regala, que su pensamiento nunca falta a la realidad bien hablada, a las cosas cotidianas, nada superficiales, ni tan solo acalladas. La sonrisa de Dios, la verdad de un perdón, la capacidad de felicidad cuando acontece una brisa, sin prisas, pensando en lo que tienes y lo que acontece en inmediato futuro, sonriendo, felicitando y admirando a quien razona, su voz interna que le dice inmensa, al final de tu cabeza se encuentre entre las penas, la sonrisa más cercana, los tímidos pensamientos de un niño hambriento, por ser justo en invierno y primavera alocada. Preguntas inocentes, respuestas contundentes, sin importarle un diente, los clientes y el color aparente de sus mejillas calientes. Sonríe el cielo, lo rechaza el papeleo y hace vibrar felizmente al apasionado más certero. Los olores, mis manzanas, los calores tus mañanas y nuestros sabores, el futuro y que pasada.