Razonando mis palabras, delante de mi Buda y de otro Buda, pienso en la imagen que refleja, al pensar en las ideas, que poco a poco me vienen a la cabeza. Casi siempre son palabras de deseos, para los que me rodean, mis seres queridos en los cuales integro mis más allegados amigos, sus familias y todos los que de alguna manera, merecen un simple pensamiento, aunque sea de este, que aunque poco representa pero para mi es, justo y suficiente. Intento que la felicidad, tal como yo la siento, se trasmita a todos, en ese momento no en hechos, pero si en pensamientos, en posicionamientos y caminos completos. Es necesario hablar a diario, más allá, del cansancio, del hambre inviable y de la distracción de los medios, por vacía y carecer de sentido razonable. Lo hago, por proteger, mi espacio, mental y racional, por saber que mi sonrisa, es felicidad no fingida y vital para terminar el día, por reconocer que en ese momento, me acuerdo de todos, los que quiero, amo y en mi corazón siento, por llegar más, mucho más adentro de un simple intento, de rezos, llenar los cuencos y evitar, las supersticiones, los falsos dioses, las creencias reales y algunas inimaginables. Conversar con mi Buda, extiende mis palabras a todas las personas que para mi representan ese Buda en la vida, si por que cada persona tenemos y somos ese Buda, que queremos, que a veces alcanzamos y que todos deberíamos, al menos intentar ser, tener y aplicar. Razonar nuestras acciones y pensamientos, en todo lo bueno y en nuestros hechos, en las palabras que por derecho, decimos, pensamos, comunicamos, aconsejamos y muchas veces soltamos, sin prejuzgar las imágenes, los caracteres y las malas acciones. Mis conversaciones, son solo mías y a quién le importe.
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