El individuo, acostumbrado a pensar en lo que, quizás vaya a pasar en el siguiente minuto, hora o días que vendrán, hace una serie de reflexiones, para que en determinadas reacciones, del comportamiento, de las costumbres de su cuerpo, de la experiencia adquirida y de las enseñanzas, que en diversas etapas ha encadenado, por ser los estudios un hilo, de cultura, infraestructura y conocimiento del verdadero yo, de la aplicación de la negación o el positivismo más optimista, por la integración de su verdadera personalidad en los actos que realiza a diario, en las acciones que su mente le dictan, momentáneas para pasar el día, intransigentes para imponer su idea, muy subconsciente para realizar sus sueños. El instinto que es verdadero, quizás más animal, por etológico y menos cerebral, por irracional y conveniente, en algunos ambientes, donde lo material predomina, donde nos hacemos llevar por la simple vista, razonando lo que observamos, casi sentimos y podemos tocar al máximo, en la morfología de un cuerpo, que tiene sentido, a nuestros conocimientos, a nuestra forma de ver este universo y la melodía o cantinela, de ser el centro del universo, sin saber que de universos hay varios, de cuerpos millones y de mentes con privilegios, razonables y amabilidad pasmosa, de estas si que hay pocas, nos quedan suficientes, son diferentes y tenemos que aprender de ellas, para ellas y por igual, regalar, en tono de amistad, nuestra mente, nuestro cuerpo y todo lo que sinceramente sentimos, sin motivos, sin mezquindad y mucha, mucha sobriedad. Siempre la vida, nuestra vida, será nuestra propia responsabilidad, por tener este cuerpo material y esa mente dentro que mantiene nuestro cuerpo, en batallas, dietas y choques de ideas, que razonablemente, se equilibran, se determinan y hacen de la personalidad, una sencilla estimable vida.
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