Con su mirada me decia, en palabras, en aires de montaña, en los nuevos tiempos que me enseñan a decir con lo más sutil, fragil y un decir de mis pensamientos ajenos, en lo más alto de un cierto terreno que mi luna brilla, pisa y sensibiliza a todos los que lloviendo lagrimas hacen un rio calido, caudaloso y muy hermoso, vegetación a parte, en forma de flores, plantas subterraneas y paz de interiores. Tu pensamiento perdido, en amores y todos mis sentidos, en la más hermosa de las caricias, en la piel que contigo se me eriza, sin tener tantas prisas, sin tener esa otra brisa, que antes cicatriza por corazón partio, por falta de brio, por frio en sus brillos, por cierto, te veo, a mi lado te observo, pasando timida por la terraza de tu vida, por el color de tu pelo, confundido con mis dedos, en oro brillante, quizás suave de esperanza amarte, de querer tomarte, comerte y beberte, pero siempre estando a un lado extraño, de lo que deseo cotigo, de lo que me haces en mi ombligo por dentro mi sitio por fuera siempre ella, llevando, acatando, absorbiendo y confundiendo, el día y la noche, esa noche que la lluvia con tanto derroche hacía sus propios ruidos, en vientos pequeños y en movimientos con sentido. Y busco tu mirada entre las miradas, y veo tus labios entre los mios, para sentir tu calido sentido, de la inocencia, de la paciencia y la canción, que con especial calor hace un día de uno el tiempo de dos.
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