viernes, abril 30, 2010

LA LLUVIA INCONDICIONAL

Como la estrella que más brilla, casi siempre en nuestros pensamientos, como ese olor a mojado, limpio y aparente incolorado, como el aire que respiramos pero de sano no tiene a veces ni una mano, siento la lluvia intemporal, de una primavera sofisticada, atacada por los recuerdos, de mis macetas en pleno invierno, agazapadas en mi cama, creciendo levemente, con olores un tanto fuertes y despertares sin afluentes. Veo la lluvia caer en brotes menudos o en gotas abundantes y de especie transparente, producen pequeños sonidos contra el breve nido de corazón en el camino, hace su ruido, el que le toca cada mañana o por la nocturna ropa, hace de su perfil la inmensa ninfa que con suaves palabras y belleza, atormenta en fina lluvia, calienta por sus palabras y acaricia por su belleza, los sentidos y condominios, las sonrisas con un montón de brisa y la frescura de la manzana humeda, de sabor incalculable, de mordedura indomable, de placer indescriptible, como el orgasmo creïble, en tiempo susceptible, eterno de ser predecible pero consciente de tener un principio y un largo y largo final, marcado por la lluvia incodicionada, marcado por la fresca primavera, temprana, inocente y concluyente primavera.

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