MANTOBANI PARA ESQUIZOFRENICOS AGUDOS

Esto lo dijo Robin y se puede estar de acuerdo o no, pero es verdad que aparte de algunas músicas que amansan las fieras y algunas drogas duras que van por las venas, Mantobani tiene esa capacidad de gustar a los esquizofrénicos, a los cerebros parados y los alborotados, los penitentes del sufragio, los corazones solitarios y las marujas que el cerebro no les da para ser brujas pero llegan a la cúpula de cualquier pirámide en la vida, sin llegar a ser egipcia, páprika o ficticia, soñar, oír, hablar o razonar sobre Mantobani es ley de pensamiento, consintiendo las razones de su uso, de su pulso y lo de acuso, saber caminar con Manto, es digno de patriotas con capota, de otros idiotas que se mojan y los aquellos que con dignidad miran su dedo hasta perder el cielo, sin saber que el agua que nos cae de arriba muchas veces viene sucia, con barrillo, granizo y chuzos de punta, que el aire de Manto está enrarecido por los clásicos Don Vito, Don Dino y Don Simón para el mal colocón, para el mal sabor de las palabras, que sinceras y altaneras llegan pero no alteran, se pierden en forma de calavera, cantinera y conservera. Si Mantobani es poderoso con el saxo, los tambores y el sexo hermoso, con la replica en cera de la muralla pirulera, con el bolígrafo sin tinta y con el papel que recicla, con las atenciones por raciones, con complementos transparentes y buenos días a la gente, con la consabida ya veremos, no se si estaremos y me toca el almuerzo.
Mantobani deja que tu música llegue a los rincones de todos los pensadores que hacen el esfuerzo de personas o caracoles, de verdades o faroles, de sentir la naturaleza en cada paso que absorbes, estrena tu nueva sintonía con el himno a la alegría, las noches ficticias que cantarías y la velocidad de un metro, bus o centro de tu city preferida, tomate algo y dilo con enfado. Mantobani despierta del letargo que el ritmo a cambiado, se impone la zamba, la bamba y la salsa cubana, olvida el concierto, el tipejo y la toscana, bebete un zumito, un roncito o un mojito que al fin y al cabo todos son años y nos la van dando sin pedir nada a cambio.